El origen del nombre de Huelva

Su nombre original era Onuba, de origen fenicio y que es el resultado de Onos Baal o Ono-Baal. Su nombre significa 'Fortaleza de Baal', es decir, fortaleza del sol y el fuego. Más tarde, los romanos bautizarían el lugar como Onuba Aestuaria en referencia al río alrededor del cual se asentaba la ciudad. Esta denominación terminaría por asentarse en el imaginario popular y es el origen del gentilicio onubense. El topónimo, sin embargo, fue mutando con la llegada de los árabes, pasado a ser Awnaba, Gaelbah, Umba y Welba, que finalmente se castellanizó hasta convertirse en Huelva.

Tartessos

El estudio de la cultura de Tartessos sigue siendo uno de los grandes retos a los que se enfrenta la arqueología española a día de hoy. A pesar de todos los esfuerzos por tratar de comprender las características de esta enigmática cultura que se estableció en el suroeste de la península ibérica en el primer milenio antes de Cristo, es muy poco lo que seguimos sabiendo de un mundo cuya historia se sigue confundiendo con la leyenda.

 



Localización

Entre las ciudades nucleares de Tartessos cabe incluir a Huelva, la antigua Onuba, cuyos límites debían coincidir con los esteros occidentales del Lacus Ligustinus por el este y con el río Guadiana como límite con el territorio del Algarve y Alentejo portugués por el oeste, mientras que por el interior debía extenderse hasta la sierra de Aracena. La ciudad portuaria de Huelva ocupaba en la Antigüedad el vértice de una península abierta al estuario configurado por los ríos Tinto y Odiel antes de desembocar en el océano Atlántico.

 

Religión

Uno de los elementos más controvertidos, enigmáticos y apasionantes de la civilización tartésica es el que hace referencia al mundo de lo trascendente, a sus mitos y espiritualidades. El estudio de la religión tartésica se puede interpretar como un claro ejemplo de lo que fue realmente la naturaleza de este pueblo cuya esencia surge de la unión de elementos autóctonos y foráneos.

Esto es así porque la naturaleza de los dioses tartésicos sólo podemos comprenderla como el resultado de un proceso de sincretismo religioso, entendido como la mezcla de elementos típicamente íberos y fenicios, cuya influencia fue decisiva a la hora de entender el pensamiento sobrenatural de los antiguos pobladores del sur peninsular desde principios del primer milenio antes de Cristo.

 

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La revolución venida de oriente

El periodo que comienza alrededor del año 700 a.C. es llamado orientalizante: los tartesios absorbieron muchos elementos culturales de los fenicios, sus primeros grandes socios comerciales, como el alfabeto, la religión y prácticas culturales como la cremación de los difuntos. 

Los fenicios adoraban a Melqart, identificado posteriormente con Heracles por los griegos. La otra divinidad importante era Astarté, asociada a la Afrodita helénica, una diosa de la fertilidad a la que se le rendía culto en diversos santuarios de la costa peninsular


El culto a los dioses en el panteón tartésico

Está relacionado con una serie de objetos de culto que, como en otros sistemas religiosos, tienen una finalidad muy concreta, ya que a través de ellos se manifiesta la comunión entre los fieles y el Mundo del Más Allá.

A diferencia de lo que ocurre en otras culturas, en el caso de Tarteso no se han encontrado representaciones escultóricas de divinidades a las que se rindiese culto. Sí que abundan las imágenes de dioses utilizadas como ofrendas en los santuarios tartésicos, muchas de ellas en un claro contexto fenicio, y con protagonismo de la diosa Astarté.

Alrededor del año 500 a.C. deja de haber noticias de los tartesios, lo cual implica o bien su colapso o su destrucción o absorción por parte de los cartagineses

 

A partir de entonces la historia se mezcla con la leyenda, especialmente con el mito de Hércules, que habría viajado hasta aquellas tierras para realizar el décimo de sus trabajos, consistente en matar al gigante Gerión. Fue precisamente este héroe quien dio nombre al lugar que marcaba el extremo sur de los dominios de los tartesios: las Columnas de Hércules, las dos elevaciones -el peñón de Gibraltar en Europa y el monte Musa en África- que marcan el extremo occidental del Mediterráneo.

El dios Baal

Los cananeos eran poseedores de una religión rica en mitos y leyendas la cual estaba encabezada por “El”, la deidad principal, conocido también como «padre de todos los dioses», «el dios supremo», «el creador» y «el bondadoso». Por lo general, “El” se representa como un toro, con o sin alas. Junto a El se encuentra la diosa Asera (la madre de todos los dioses, la esposa celestial). Y de ellos nace Baal, el hijo de Dios que era representado como un joven guerrero, pero también como un “toro joven” (becerro).

Baal era una divinidad muy querida y respetada por la mayoría de los pueblos de Asia Menor y el medio oriente: fenicios, cartagineses, caldeos, babilonios, sidonios, filisteos, cananeos e incluso en parte por los hebreos. Hasta el día de hoy se utiliza la palabra “ba´al” en hebreo que significa esposo o dueño.

En la Biblia, el dios Baal (לעב Ba‘al) es llamado uno de los «falsos dioses, al cual los hebreos rindieron culto en algunas ocasiones cuando se alejaron de su adoración a Yavé. Fue adorado por los fenicios junto al dios Dagón, el más importante de su panteón.

 

Los sacerdotes de Baal se mencionan en la Biblia, incluyendo un enfrentamiento con el Profeta Elías (1 R 18,21-40), la quema de incienso simbólico de oración (2 R 23,5) y los rituales seguidos por sacerdotes adornados en vestimentas especiales (2 R 10,22) que ofrecen sacrificios similares dados en honor a Dios.

PROYECTOS

1.      El dios Baal y la religión cananea

2.      El tarsis bíblico. Diferentes interpretaciones

3.      Huelva y la Atlántida de Platón

4.      Mitos de la creación en la diferentes culturas y religiones

5.      Necrópolis del Cabezo de la Joya

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Ficha de trabajo. ABP. El origen del nombre de Huelva
Su nombre original era Onuba, de origen fenicio y que es el resultado de Onos Baal o Ono-Baal.
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